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Foto del escritorizēki • amoracción

COMUNICACIÓN DIMENSIONAL COLECTIVA

Cuando un grupo de personas se junta a voluntad, en un lugar específico, en un tiempo específico y lo hacen con la intención de compartir, por ejemplo, jugar al volley, allí, lo más favorecedor es ir y disponerse a jugar al volley, excepto que la dimensión contextual muestre que lo favorecedor sea evacuar la cancha, por ejemplo, por un incendio feroz.

Entonces, la dimensión...


La dimensión de las diferentes aptitudes y estados físicos de quienes juegan, del conocimiento de cómo hacerlo, las dimensiones afectivas por las cuales cada quien se presenta a jugar, cuánto aporta o no el estado anímico de los jugadores en la presencia colectiva, la dimensión comunicativa que tienen para distribuirse y expresarse jugando, si les parece bueno o malo estar allí presentes y la dimensión de significado que en el contexto histórico social aporta a los presentes su estar; pero más allá de todo este palabrerío casi inentendible, la intención, es jugar al volley.

Lo mismo sucede cuando el el juego es la vida misma, cuando la cancha es un espacio geográfico específico, cuando el equipo es una comunidad autogestada, con la voluntad, decisión y acción de quienes la fundaron y de quienes vamos llegando, y a cada integración, otro cambio, otra cosa que ya no es lo que era hasta recién, un suceso tan fuera de lo estático, normado, esperable y fijo, que desespera, que enciende vértigo, que te expone crudamente a la incertidumbre del devenir intrínseco del caldo humano.

Así siento yo los días viviendo y dimensionando el laboratorio humano que es Umepay (Córdoba, Argentina). Así sentí también ese fractal que tiene lugar en Purmamarca (Jujuy, Argentina) todos los años, en septiembre, los encuentros Purma, en donde bajo la excusa de la sustentabilidad, la regeneración, la consciencia ambiental y otras magias, se reunen cientos de personas, agentes de cambio, para intercambiar algo más innombrable que meras charlas copadas sobre conceptos y acciones interesantes.

Lo colectivo me inspira. La sangre comunitaria me late.

La dimensión del ser común me excita.

En ambos casos, la dimensión profunda de hacernos responsables de ancenstrar el presente.


Hay una pauta que conecta las dimensiones de tod@s, algo que a veces no es tan claro o que aún no ha tomado la fuerza suficiente, la dimensión necesaria para operar en colectivo.

Están en la cancha los que estaban antes y los que se unieron, cada un@ en dimensiones diferentemente iguales.

Y aquí lo importante siento que es la actitud, el gesto amoroso de dimensionar.

Es esencial para la integración permeabilizar mi dimensión y abrirla a la dimensión del otr@: la interdimensión humana. Desarrollar el hábito de entrenar vernos, percibirnos, no juzgarnos y expresarnos colectivamente sienta las bases de una maravillosa comunicación dimensional, un tipo de comunicación integradora, no resultadista sino procesual, donde no hay un objetivo fijo sino el valor de estar junt@s sobre el valor de estar de acuerdo. El gran paso entre lo separado y lo integrado es factible de ser dado cuando los organismos humanos que nos autoconvocamos a jugar, en atestiguamiento activo y en un gesto sensible, comunicamos nuestra multidimensión y la intercambiamos con la del otr@.

Desarrollemos el hábito de la comunicación, comprometiendo la energía del compartir sobre la energía de convencer, en modo de auto observación, y desde allí, dedicarnos a crear conversaciones de calidad.

Y si dimensionar es un gesto decisorio y amoroso…

¿Nos tomamos el tiempo para estar y atestiguar en forma activa? Siento que la reacción, el enojo, el miedo, la justificación y la vergüenza distraen la tarea de atestiguar dimensión. Basta de reaccionar.

Bienvenidas estas acciones y estados cuando nos paramos frente a ellas como testigos dimensionales, haciéndonos responsables de lo que decidimos dimensionar y también cuando decidimos no favorecer: aquel momento en donde miramos disimuladamente para arriba, moviendo los ojos de un lado al otro y comenzamos a silbar, alma adentro, para que nadie (incluso un@) se entere que “ni en pedo voy a dimensionar lo que hay allí para mí, para nososotr@s”. El otr@ es inevitablemente la integración de varias dimensiones.

Aquí estamos, en carne, siendo dimensionados por nosotros mismos, aprendiendo sobre nuestra dimensión; y es tarea amorosa decir: Dí lo que sea necesario para dimensionarte en lo que estás siendo. Menciona lo que necesites expresar, facilitando herramientas para que el otr@ pueda atestiguarte y no suponerte. Dí, menciona, dimensiona. Y también hazlo en silencio. Y decirlo, mencionarlo, es ponerlo sobre la mesa, a la vista, silencioso; nada más. No es pedir. No es reclamar responsabilidad afectiva.

Es solo el gesto amoroso y desinteresado de exposición de mi dimensión frente al vínculo con la de otr@s. Luego está lo que la otra persona pueda-quiera dimensionar con mi dí-mención expuesta. Y de ello no hay nada que esperar, nada. Solo queda entrar nuevamente en la tarea de dimensionarnos, otra vez.

El arte de la comunicación dimensional colectiva, de no solo ideas, no solo sensaciones, no solo sentimientos, no solo contextos, no solo hechos sino de todo, todo, todo aquello que está sucediendo dimensionalmente junto, en el presente, ya.


Y allí radica para mí la belleza de existirnos.

Amo la vida comunitaria.

Amo el colectivo de humanos sucediéndose.

Amo cuando nos podemos ver, y cuando no, me siento allí ferozmente persona.

Amo el vértigo sensorial que se expresa cuando decido dimensionarte.

izēki • amoracción

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